Café con Sensei - Español

Café con Sensei

Pensamientos y comentarios del Sensei Jorge Kishikawa

03-jul-2009

“¡Desperté!”

Dejo acá las palabras de un alumno que estuvo hace pocos días bajo mi entrenamiento y, quien sabe, te sirva de reflejo y hasta respuesta en tu Camino. Léelo con atención, pues en cada frase hay un significado profundo que solamente los más próximos y aquellos que ya estuvieron acá conmigo podrán entenderlo:

Mi ingreso en el Niten se dio por razones que hoy las entiendo equivocadas: buscaba simplemente un deporte con un “algo más”, sin el aburrimiento de un gimnasio. Hoy, después de concluido mi shugyo, confirmé la convicción que ese diferencial es mucho más importante que la simple actividad física. En el mismo molde que fue el Gashuku antecedido, mi shugyo, y es necesario individualizarlo, pues cada shugyo es una experiencia única, merece recibir el predicativo “de katas”. En las palabras de Sensei, eso no quiere dcir que haya sido sin combate y, mucho menos, que haya sido fácil. El fallo en la lucha lleva a la derrota o a l muerte, pero, el fallo en los Katas del Bushido es mucho más grave, pues lleva a la pérdida de honor. Considerando que el kenjutsu y la lucha de bogu es mi punto más fuerte, lo natural es que se me exigiera por mis debilidades, sea en iaijutsu, en jojutsu, en los Katas de Niten Ichi Ryu o en los Katas del Bushido. Eso contribuyó para una experiencia más rica y requirió una atención doble para las lecciones transmitidas con sutileza. Fui al shugyo listo para morir y, al contrario, viví intensamente. La decisión de realizar un shugyo ya había sido tomada hace algún tiempo, motivada por el deseo de colocarme a prueba, de salir de la zona de conforto y, por querer sumergir el los Katas del Bushido. Durante el shugyo no es necesario que transportes las lecciones de Niten para tu vida cotidiana: el Niten se transforma en tu día a día. El Camino hizo más imperativo que embarcara para São Paulo, como forma de purificarme de los vicios y modismos adquiridos en el entrenamiento hasta aquél momento. Las privaciones de esa rutina limpiaron cuerpo y espíritu de las máculas y me dejaran listo para iniciar un nuevo ciclo, de la forma correcta. Mucho se me enseñó acerca de los katas y de las secuencias, de los detalles y de los pequeños secretos que hacen la diferencia entre lo bueno y lo excelente. Ese conocimiento se me entregó de corazón abierto y repleto de un sentimiento verdadero de compasión de aquellos que desean el fortalecimiento de los compañeros de la espada. Entretanto, las más importantes lecciones fueron robadas. Ellas fueron transmitidas sin palabras, a través de una acción, de una postura, de un actitud, que no tenían el objetivo de enseñar, pero, de hacer lo correcto. Fueron absorbidas por traducirse en ejemplos. Punto fuerte de esa jornada fue el sufrimiento. Ese es un factor inevitable en la guerra. La exhaustión física, el sueño, la flojera, la nostalgia de casa, son todos factores que minan tu determinación en cumplir con el deber. Rodeado, el espíritu no ve alternativa sino endurecerse. Es en ese momento, lejos del conforto y de los regaloneos, que se ve el real valor de las cosas. Aislado en el shugyo, nos damos cuenta lo fútiles que son los bienes que nos agarramos obstinadamente y estamos listos a realmente apreciar un acto de amistad. Después de una semana, ¡solo una semana!, en shugyo, el camaradaje de los compañeros de Santos me pareció un cortejo digno de reyes y me tocó profundamente, lo que podría ser de otra forma si todavía vistiera la indiferencia rutinaria. Busqué librarme de las trampas del ego y descubrir la profundidad de mi ignorancia e insensibilidad. La convivencia con Sensei, los Senpais y los compañeros de la ADM fueron esenciales para que comenzara a entender la verdad. Nadie se debilita en el trabajo hercúleo de mantener el Niten funcionando y creciendo. A todos les dejo mis más sinceros agradecimientos. Arigato gozaimashita. Especialmente, le dejo mi cariño a Sensei, que abrió sus puertas y demostró que nunca estuvo aislado en el alto de una montaña, al Sempai Adeval, que supo sonreír al momento de sonreír y exigirme al momento de exigirme. A Dalva y a Artur, que me susurraron algunos datos más salvadores.
¡Hay que cambiar! ¡Hay que despertar! El tiempo pasa…



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